Apuntes de historia: Historia de Roma. La génesis de un imperio (I)

Roma nació en el centro de la península Itálica, una península que no es realmente extensa, unos mil kilómetros de longitud por 150 de ancho. Tiene un carácter peninsular extremo, ya que la cordillera de los Alpes ejerce de frontera natural frente al resto del continente europeo, mutatis mutandis como sucede en la península Ibérica. El eje central de la península son los montes Apeninos, una cordillera de origen terciario de fácil acceso y transito. Del mismo modo, cada vertiente marítima tiene unas características particulares. Por un lado, el mar Adriático, es un mar de difícil domesticación, con malos puertos y con la desembocadura del río Po en la parte más septentrional. Por otro lado, el mar Tirreno consta de buenos puertos naturales, que más tarde aprovechará el ser humano para desarrollar sus actividades marítimas y, al mismo tiempo desembocan allí ríos de poco caudal como son el Arno o el Tiber. Además, es importante señalar las tres grandes islas que emergen en el Tirreno; Córcega, Cerdeña y Sicilia. De este modo, las grandes áreas en las que se ha dividido el entorno itálico han sido; la zona Alpina, Galia transalpina, Etruria, Umbría, Apulia, Veneto, Galia cispadana, Lacio, Ticeno, Campania, Lucania y todo el conjunto de islas. 



Este complicado mapa geográfico y el fuerte carácter peninsular han sido determinantes para explicar el complejo poblamiento que existió en la historia antigua en la península Itálica. De hecho, los yacimientos arqueológicos nos dicen que durante el Neolítico ya existieron culturas de gran importancia como las de los Ligures y los Sículos. En la Edad de Bronce (desde el 1500 antes de la era común) en la península Itálica encontramos dos grandes focos culturales; al norte (Veneto) la cultura de las Terramaras, al sur (Etruria) la cultura apenínica. Ya al final del segundo milenio, durante la Edad de Hierro, podemos destacar el florecimiento de la cultura de Villanova, vinculada a la segunda oleada de poblaciones de origen indoeuropeo. Entrado en el primer milenio, en torno al siglo VIII a.e.c., encontramos un poblamiento denso y bastante diversificado en diversos pueblos indoeuropeos como los latinos, oscos, umbros, picenos, entre otros.

También destaca la presencia de los etruscos, una civilización cuyo origen está todavía en discusión. Algunos historiadores indican que su origen podría estar vinculado a los llamados «pueblos del mar», otros los consideran habitantes itálicos de carácter indígena y, otra postura, los vincula a la tradición del próximo oriente por sus similitudes con los hititas, tanto en su religión, como en sus patronímicos, así como en los propios elementos arquitectónicos de sus construcciones. Pero más allá de las diferentes teorías, lo que sí está más claro es que su lengua no era de raíz indoeuropea y probablemente su origen esté vinculado a ese periodo oscuro y de convulsión que sucedió al 1200. Sabemos de ellos que eran prósperos comerciantes gracias a su orientación marítima y que la mayoría de sus poblaciones estaban distribuidas en torno a dos ejes o calles perpendiculares, como luego harán los propios romanos. Entre las ciudades etruscas más importantes podemos señalar Capua, Espina o Roma. Hay poca información sobre su sociedad, pero sí se sabe que se organizaban en una especie de confederación o liga de ciudades en torno a un rey. En el siglo VI a.e.c., comienza su declive, tanto por la presión de los pueblos celtas al norte, como por las disputas comerciales con griegos y cartagineses al sur. 



En este contexto de declive etrusco, Roma se va perfilando como una ciudad independiente al margen del resto del territorio de los etruscos. Ubicada en la región del Lacio, que a pesar de ser una zona pobre en recursos, tiene una excelente posición estratégica en la península Itálica. Los datos confirman que desde el siglo X a.e.c. existen poblamientos asentados en las colinas que convivían con los riachuelos insalubres de las zonas más bajas a las orillas del río Tiber. De este modo, a pesar de los confusos orígenes, la teoría principal es que la ciudad de Roma nació producto de un sinecismo de las poblaciones existentes en las conocidas como siete colinas, esto es; Palatino, Capitolio, Quirinal, Viminal, Esquilino, Celio y Aventino. Dentro de esto, existen dos posturas; por un lado, que el sinecismo se produjo con el dominio de uno de los agrupamientos y, por otro, un sinecismo violento sin predominio de ninguno de ellos. 



Así, Roma nace como una mezcla de culturas de la fusión e influencias de etruscos y, en menor medida griegos, sobre los latinos. De hecho, los propios orígenes míticos de la fundación de la ciudad son una fusión de todas esas tradiciones.  No obstante, hay que tener en cuenta que el relato mitológico fue plasmado por escrito al menos ocho siglos después de los acontecimientos que se relatan. De hecho, La Eneida (29-19 a.e.c.) de Virgilio, fue encargada por el propio emperador César Augusto para glorificar al imperio y a su familia, vinculándolos con los orígenes míticos de la ciudad. En este sentido existen dos grandes ciclos; por un lado, el ciclo griego y, por otro, el ciclo romano. 

El primero, el ciclo griego, trata de vincular el destino de Roma a la tradición griega o troyana. Concretamente nos habla de cómo Eneas, hijo de Venus (Áfrodita en la mitología griega), huye de Troya con su padre y su hijo. Ya en el Lacio, su hijo Ascanio funda su reino en torno a la ciudad de Alba Longa y será allí donde establezca la dinastía de los Julos o Yulos. Años más tarde, de estas misma estirpe, el rey Numitor es derrocado por su hermano Amulio, que acabó con todos los hijos varones de éste y obligó a su única hija, Rea, a permanecer virgen. Pero Marte, el dios de la guerra,  se enamoró de ella y juntos concibieron a Rómulo y Remo. Los hermanos son abandonados en el río Tiber y la corriente los lleva a un lugar cercano a las colinas del Palatino y el Capitolio, donde son rescatados por una loba que los criará como propios. Lejos de acabar, esta telenovela tiene su punto culminante cuando ya adultos, Rómulo y Remo consiguen vengarse de Amulio, reponiendo a su abuelo en el trono y comenzando su rivalidad en torno a la fundación de la ciudad de Roma. Por una parte Rómulo quería edificar Roma en el Monte Palatino y por otra, Remo construir Remoria en el Aventino. Finalmente, los habitantes del lugar decidieron que el que divisara más buitres ganaría el derecho a elegir la ubicación. Como fue Rómulo quién más buitres vio, fue este quien trazó los límites de la ciudad y quien ordenó las ceremonias de la misma. Pero Remo desafiante, no respeto el resultado y la situación ocasionó una pelea en la que Remo morirá por las graves heridas. De este modo, la fecha canónica de la fundación de Roma fue el 21 de abril de 753 a.e.c., aunque las dataciones de carbono nos estarían ubicando dicha fundación en torno al 918 (+/- 70 años).



Más allá de componente mitológico que tiene este relato, grandes personajes como Ovidio o Virgilio están detrás de la creación del mismo, es interesante ver como se mezclan multitud de elementos históricos de la política, la antropología o la propia sociología. Además, el propio mito no deja de ser sino un reflejo de las tensiones que se vivieron en la ciudad de Roma en los siglos que transcurren desde su fundación con la presencia etrusca y el periodo monárquico hasta la fundación de la República en el siglo VI (509 a.e.c.).

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