Apuntes de historia: Revolución industrial o proceso de industrialización (II)

Ya comentamos que para que se produzca un proceso de industrialización, previamente es necesario una transformación en el mundo agrario. Así, la también llamada «revolución agraria» tiene una serie de aspectos que son fundamentales para la industrialización de la Gran Bretaña del siglo XVIII. Por un lado, el sistema de cercamientos (enclosure acts), con un sistema de leyes que favorecieron la creación de grandes fincas, ya que permiten la venta de tierras comunales y, por lo tanto, el acceso a las mismas de grandes propietarios. De este modo, se crean grandes focos de producción agrícola que a su vez, atraen a miles de campesinos y trabajadores. Por otro lado, el incremento de roturaciones que aumentó considerablemente la superficie cultivable, lo que se tradujo en una mayor extensión y por lo tanto en una mayor producción. En tercer lugar, la producción también se vio favorecida por la creación de nuevas rotaciones de cultivo, como por ejemplo el sistema Norkfolk (de carácter cuatrienal). Además, fue importante la introducción de novedades, técnicas, como por ejemplo la azada de vertedera, que profundiza y oxigena la tierra, o las azadas de hierro y las primitivas maquinarias, manufacturadas por la primera industria siderúrgica. Asimismo, hay que tener en cuenta la utilización de nuevos abonos, el uso de los primeros abonos químicos o el uso del guano, las nuevas variedades de semillas, mucho más resistentes ante las inclemencias del tiempo.


Enclosure Acts en Inglaterra, la privatización de las tierras comunales.

De este modo, poco a poco, con una menor necesidad de mano de obra por parte del sector agrícola, el proceso de mecanización e industrialización se traslada al sector manufacturero e industrial. La «revolución industrial», o el proceso por el cual se va sustituyendo progresivamente la fuerza del hombre por las herramientas y las máquinas, tiene una gran importancia sobre todo en tres sectores; la industria textil y algodonera, la industria siderúrgica y la industria del transporte. En cuanto al primero, el caso inglés es paradigmático, pues si bien a principios del siglo XVIII la industria textil en Gran Bretaña era prácticamente inexistente, les bastó unos pocos años para convertirlo en uno de los sectores más importantes del país, representando un 50 por cierto del total de las exportaciones. La introducción de la máquina de vapor (inventada en 1781) al proceso productivo en la manufactura del algodón hará que se multiplique su producción, ya que no se dependerá del cauce de los ríos para ello y, por lo tanto, facilitará también la concentración industrial. Además, innovaciones como la lanzadera volante de Kay (1773), la máquina de hilar de Crompton (1779) o el telar mecánico de Cartwright (1785), harán cada cada vez menos necesaria la mano del hombre en el proceso productivo.


Modelo de la máquina de hilar de Crompton (1779)

Los británicos poseían mucho carbón, y este será el principal motor de la revolución industrial y, sobre todo, de la industria siderúrgica. De hecho, la aplicación de las novedades técnicas al mundo de la siderurgia, hará que Gran Bretaña se convierta en el mayor productor de hierro del mundo. Todo esto con unos datos comparativos se ve más claro, sí en 1790 Inglaterra producía unas 600 mil toneladas de hierro, Francia en el mismo momento no llegaba a la tonelada. De hecho, cuando la industrialización llega a Europa, Inglaterra ya había tomado la delantera, en 1840 Inglaterra produce ya 3 millones de toneladas, pero es que Alemania en la misma fecha solo llega a las 4 toneladas. Esto será posible gracias a inventos como la pudelación y el laminado, introducidas por Henry Cort en 1784 para la refinación del hierro o ya en el siglo XIX (1860) el convertidor Thomas-Bessemer para la producción del acero.


Como ya dijimos, la importancia de los transportes fue vital para el proceso de industrialización. Pero no es que solo fuera vital, sino que además fue uno de los primeros sectores en donde se aplicaron las novedades técnicas, como por ejemplo la aplicación del motor del vapor. De hecho, el primer ferrocarril data de la década de los 20 en el siglo XIX, aunque sus primeras pruebas fueron a finales del siglo XVIII. En este sentido, el ferrocarril permitió la especialización agrícola, por su capacidad de transporte, ya que inicialmente solo se centraba en el transporte de mercancías. De ahí que hubiera un gran desarrollo del transporte fluvial, con barcos de máquinas de vapor. También es importante el nuevo sistema de construcción de carreteras (sistema macadán, de John Loudon McAdam), que consiste en una base de piedra picada, más otra de grava, con la cual absorbe en buena medida el agua y salva las malformaciones de la calzada. Con la aplicación de la apisonadora con máquina de vapor desde 1860, ese trabajo será mucho más fácil. Además, muy relacionado con los medios de comunicación, se introducen el telégrafo, desde 1844, y con el aislamiento del hilo, a partir de 1865, se tienden líneas que comunican Europa y América del Norte. Desde 1840 se empiezan a crear los primeros servicios públicos de correos en los distintos estados. Además, las novedades tecnológicas de la industrialización se introducen en el mundo de la prensa, aparecen las rotativas, provocando que cada vez haya una información más rápida de la actualidad. 

El «Stephenson's Rocket».
Una de las primeras locomotoras de Gran Bretaña (1829)

Como cualquier otro proceso histórico, el fenómeno de industrialización no tiene una interpretación única, siempre existe un debate historiográfico. Una primer línea interpretativa, vinculada a los autores británicos cercanos al movimiento obrero, hablan de una degradación de la clase obrera trabajadora durante la Revolución Industrial. Destacan dentro de esta interpretación autores como Hammond, Toynbee o Webb. Otra línea, entiende la industrialización dentro de una visión en ciclos económicos, como una fase anterior al proceso de formación del sistema capitalista. El autor por excelencia de los ciclos económicos de la Revolución Industrial es Rostov. En tercer lugar, una interpretación positiva que vincula la industrialización a un periodo de optimismo económico y bonanza. Historiadores como Niveau o Landes, hablan de «progreso tecnológico y revolución industrial» y trabajan la idea de que la Revolución Industrial es un proceso de aceleración continua, una verdadera carrera entre los Estados por obtener un mayor poder. Una cuarta línea de interpretación, sobre todo surgida tras el crack del 29 o la crisis del petróleo de los años setenta (siglo XX) tiene una visión negativa de la industrialización, poniendo acento no solo en el concepto de progreso, sino también en las consecuencias negativas.


Robert Koehler, Der Streik (La Huelga), 1886.

En este sentido, hablar de las consecuencias de la Revolución Industrial es casi como hablar de la historia de nuestro tiempo. Desde el principio, habrá una imposición férrea de la disciplina laboral, salarios bajos, empleo infantil (por ser dóciles y baratos). Se crean situaciones de verdadera miseria humana, hay un gran descontento e insalubridad en los barrios obreros de las ciudades. En este primera etapa, hay una inexistencia total de políticas sociales, por lo que tampoco hay posibilidad de promocionar o de salir de esa situación. La deshumanización del trabajo con la entrada de las máquinas provoca un ejercicio rutinario con graves consecuencias psicológicas. Aumento de los índices de alcoholismo, suicidio, criminalidad, prostitución. Además, hay una gran polarización social, con grandes divisiones entre clases y entre regiones. Con la industrialización se multiplica la necesidad de materias primas y por lo tanto, la búsqueda de políticas expansionistas, imperialistas y colonizadoras. Finalmente, ante esta situación injusta, aparecen movimientos obreros de protesta, los cuales explicaremos más detenidamente en una entrada dedicada para el surgimiento del movimiento obrero.

Comentarios