Apuntes de historia: Esparta, la excepción de los griegos

Esparta es seguramente el caso más insólito de todo el mundo griego, ya que nunca abandonó la monarquía como forma de gobierno de su polis. Desde su formación, la política exterior de Esparta fue extremadamente defensiva y agresiva, seguramente influenciada por el carácter violento de su sinecismo. En este sentido, los datos que nos han llegado desde la propia Esparta son muy escasos, pues tenían prohibida la escritura, por lo tanto la mayoría de las fuentes que conocemos son del exterior y, sobre todo, a partir de la Guerra del Peloponeso. Personajes como Tirteo, Arman, Tucídides, Jenofonte, Platón, Aristóteles, Plutarco, Pausanias y Estrabón, escribieron acerca de Esparta y la mayoría para admirar la intromisión del Estado en la vida de sus ciudadanos, la negación de la individualidad en favor de la colectividad. 


Mapa antiguo del Peloponeso.

La zona lacedemónica es bastante fértil, al norte esta cerrada por las montañas de Arcadia y al sur por una zona marítima sin puertos de interés. Tras el hundimiento de la civilización micénica, hay una despoblación importante que se va recuperando poco a poco durante la Época Oscura. De hecho, los espartanos se consideraban puramente dorios. En el siglo IX antes de la Era hay cinco grandes oikos que tras un sinecismo muy violento forja la polis de Esparta. Una ciudad austera, sin murallas ni construcciones monumentales. Según Heródoto, todas las leyes y la constitución espartana se le atribuyen a Licurgo siendo uno de los aspectos más significativos de la organización política de Esparta su monarquía, que ya de por sí una excepción fue además una diarquía, esto es, con dos reyes ejerciendo el cargo. Según el mito, estas dos familias eran descendientes del mismísimo Herácles, los Agíadas y los Europóntidas. No se podían casar entre ellos y tienen unas difusas competencias judiciales y religiosas. Sí está claro que eran generales del ejército, un puesto muy importante dentro de una sociedad tan militarizada como la espartana. Para compensar su poder existía el Éforo, formada por cinco miembros con grandes atribuciones políticas, entre ellas las de llevar a cabo las propuestas que se hacían desde la Gerusía. Así, justo por debajo del escalafón político estaba la Gerusía, una especie de consejo formada por 28 miembros mayores de 60 años, proponían los temas que después se discutían en la Apella, la asamblea compuesta por los ciudadanos (homoioi) mayores de 30 años. Sea como fuere, a pesar de que el sistema tuvo una enorme estabilidad, aparecieron los mismos problemas que en el resto de polis griegas (stasis), solo que en Esparta tuvieron una solución distinta.


Esparta en el año 432 antes de la Era.

A finales del siglo VIII antes de la Era, Esparta había superado un violento sinecismo pero no se salvó de los mismos problemas que sufrían el resto de polis del mundo griego, aunque en Esparta la solución fue muy distinta. La stasis espartana se presentó como una oportunidad para expandir sus fronteras esclavizando a los habitantes de la vecina Mesenia, de este modo no necesitaron entrar en el proceso de colonización, salvo la historia legendaria en torno a Tarento. La esclavización de los ilotas, los habitantes de Mesenia, permitieron a Esparta centrarse en su vida política y no tener que preocuparse por las cuestiones relacionadas de la tierra. Desde el siglo VIII hasta finales del siglo IV antes de la Era, generación tras generación, los ilotas serán en la práctica esclavos de Esparta. En este sentido, por su conciencia de grupo y por tratarse de grupos autóctonos, los ilotas serán considerados muy peligrosos por parte de Esparta, por lo que se programó una represión controlada y duradera a lo largo de los siglos. De hecho, cada año Esparta declaraba formalmente la guerra a los mesenios, para mermar su moral, con el derecho de los espartanos de matar a varios ilotas. A pesar de su penosa situación, tenían eso sí, ciertos derechos como el matrimonio, posibilidad de tener hijos y no se podían comprar ni vender, pues estaban adscritos a la tierra y eran repartidos anualmente sobre los ciudadanos (homoioi). 

Leónidas en las Termópilas (1814), por Jacques-Louis David.

La clase dominante era los homoioi, los ciudadanos de pleno derecho que nunca serían más de 3000 miembros. Un grupo homogéneo y fuertemente unido por la existencia permanente de un enemigo común, los ilotas. Además, como hemos dicho, no se tenían que dedicar al trabajo de la tierra, ya que tenían un lote de tierra e ilotas para su trabajo a su disposición. El sentimiento de grupo se forjaba principalmente mediante dos formas. Por un lado, la educación espartana, llamada agogé y que consistía en una preparación desde el momento del nacimiento. Al nacer, se realizaba una selección natural por parte de los miembros de la Gerusía, que revisaban a los recién nacidos y seleccionaban a los más fuertes. Aquellos enfermos o que podían mostrar cualquier signo de flaqueza, eran despeñados por un barranco. Cuando tenían siete años se les apartaba definitivamente de sus familias y eran asignados a una agrupación (agelé), donde se les enseñaba a leer, a hablar en público y a aprender a combatir. A los 18 años tienen que realizar la prueba de la crypteia, la declaración de guerra anual a los mesenios, donde tienen que matar al menos a un ilota. De este modo, a los 20 años ya están preparados para el combate y podrán hacerlo desde los 30 hasta los 60, si su cuerpo se lo permite. En cuanto a la educación de las mujeres hay que decir que, a pesar del rígido control del Estado, tuvieron una gran libertad a la hora de educarse si lo comparamos con el resto de los griegos, pudiendo acceder a cierta formación como los ejercicios gimnásticos. Existía además, una clase denominada periécos que formalmente no eran ciudadanos ya que se dedicaban a las tareas que los homoioi, en su condición de plenos ciudadanos, no podían realizar como por ejemplo el comercio.

Esparta, como excepcionalidad en el mundo griego, mantuvo un sistema político relativamente estable a lo largo de los siglos gracias al aislacionismo y a la búsqueda continua de un enemigo común, los ilotas. Un régimen militar siempre necesitado de enemigos, cruel y represivo, que fue respetado por otras polis del Peloponeso y del resto de Grecia, simplemente por la posibilidad de contar con el apoyo de su potente ejercito de tierra. Solo la decadencia de la propia Esparta y la llegada al poder de Filipo de Macedonia, y luego su hijo Alejandro Magno, supondrá el final de su régimen político ya a finales del siglo IV antes de la Era. 

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