Aventuras gráficas: Full Throttle

Estrenamos una nueva sección que está dedicada a uno de los géneros al que más años he dedicado o mejor dicho, uno de los géneros en los que más tiempo he invertido, esto es las aventuras gráficas. Un género hoy casi olvidado pero que en los años ochenta y, sobre todo, en los noventa contó con su momento álgido y que nos demuestra lo rápido que cambia el mundo y la sociedad, seguramente no solo por cuestiones tecnológicas sino también culturales. En mi caso por razones de edad, comencé a disfrutar de este género a mediados y finales de los noventa, cuando mi cabeza podía ya resolver cuestiones más o menos complejas, por lo que mis análisis y críticas van a estar orientadas principalmente desde mi interpretación y desde mi visión personal. Así que muchos juegos se van a quedar en el aire, yo hablaré evidentemente solo de los videojuegos a los que jugué y he vuelto a rejugar de vez en cuando por aquello de la nostalgia. 

En este sentido, me gustaría comentar mi opinión acerca de porqué hoy el género de las aventuras gráficas esta prácticamente abandonado. En primer lugar tenemos que tener en cuenta los grandes cambios que ha sufrido la cultura popular en los últimos veinte años. Por un lado, la aparición de Internet que ha revolucionado por completo el mundo de las comunicaciones entre las personas y el acceso instantáneo a la información. Cualquier reto, cualquier problema es superable fácilmente en un segundo con un click de ratón. Por otro lado, esta instantaneidad resta tiempo a los jugadores que prefieren juegos más rápidos en los que allá más acción y sobre todo, ningún momento de bloqueo. Por tanto, juegos con mayor carga narrativa, entre ellos las aventuras gráficas, han perdido el interés para importantes sectores de la población que bien no quieren «perder» tiempo en intentar resolver enigmas, problemas o acertijos, y mucho menos jugar a algo que les puede recordar a un libro. Porque si bien es cierto que todos los juegos tienen un guión, una historia detrás de lo que vemos, han sido las aventuras gráficas el género que más se ha preocupado por trabajar esa parte narrativa, asemejándose en muchas ocasiones a la literatura o, sobre todo, al mundo del cine. Y por lo tanto no es casual que a la decadencia de la lectura de libros en nuestros días -es así, hoy casi nadie lee-, se le haya sumado la decadencia de las aventuras gráficas. 



Sea como fuere, son solo veinte años los que nos separan de la edad de oro de las aventuras gráficas y el mundo cambia muy rápido, así que quién sabe si dentro de unos pocos años al igual que en un momento desapareció el género, esas aventuras gráficas pueden regresar para hacernos viajar y soñar a miles de jugadores que las hemos disfrutado, en mi caso por ejemplo, principalmente durante la infancia. Y para comenzar con esta sección con buen pie vamos a hablar de una de las aventuras gráficas a las que más cariño le tengo, a pesar de que no suele estar en el top del gran público, esta es Full Throttle. Un juego que salió a la luz en 1995, en plena época dorada de las aventuras gráficas, y en concreto en un momento de éxito de LucasArts, la empresa encargada de su desarrollo. Era un título que prometía mucho pues detrás de su diseño estaba dirigiendo el cotarro Tim Schafer conocido por estar detrás de los equipos de desarrollo de otros grandes títulos de LucasArts como The Secret of Monkey Island (1990), Monkey Island 2: LeChuck's Revenge (1991), Day of the Tentacle (1993) o Grim Fandango (1998), entre otros. Aunque teniendo en cuenta todo esto, la recepción del juego no fue la esperada, algunos decían que era demasiado corta, otros decían que era demasiado fácil, otros decían que rompía un poco con la dinámica de otras aventuras gráficas. A pesar de todo, con el paso de los años las críticas sobre el mismo han mejorado bastante -si tenemos en cuenta la puntuación de páginas como Metacritic- y el juego se ha acabado convirtiendo en un verdadero título de culto. A mí personalmente, es una de las aventuras gráficas que más me han gustado tanto por su historia como por su genial banda sonora y por eso comienzo esta sección con Full Throttle. 



El protagonista del juego y el personaje al que encarnamos es Ben, líder de una banda de moteros llamada Polecats, que vive en un mundo futurista y de posguerra probablemente inspirado en el universo postapocalíptico que vemos en las películas de Mad Max. En este sentido, Ben y su banda van de sitio en sitio, de lugar en lugar, realizando pequeños trabajos de protección para financiar el mantenimiento de sus motos y el coste de sus viajes. En ese viaje constante en búsqueda de su destino se cruzan con Malcom Corley, fundador y director ejecutivo de la Corley Motors y última empresa que fabrica motocicletas en el mundo. En medio de la nada, en un bar de carretera, Malcom y Ben hablan, ríen, cuentan viejas batallitas de moteros e intentan llegar a un acuerdo de protección para la próxima reunión de accionistas de la Corley Motors. Pero esto no sale bien, en esas negociaciones se mete Adrian Ripburger, vicepresidente de la compañía, ayudante de Malcom, villano del juego y que, evidentemente, tiene otros pensamientos de cara al futuro de la empresa. A partir de aquí la trama se complica, Ben aparece en un cubo de basura y su banda desaparecida El juego es de hace 20 años, pero como no me gusta desvelar historias, solo diré que hay accidentes, un asesinato e incluso la aparición de una hija ilegítima llamada Maureen «Mo» Corley, aunque por su apellido ya podéis imaginar un poco por donde van los tiros.



Bien, como digo no voy a desvelar nada más de la trama, el juego es corto y la historia está muy bien contada, entremezclando escenas de acción con otras de carácter cinematográfico con lo que te aproximan al ritmo narrativo de una buena película. Su nivel de dificultad es relativamente fácil, de hecho hace poco lo volví a rejugar y se puede pasar en un par de noches, aunque he de reconocer que la primera vez que jugué, cuando tenía unos ocho años, alguno de los problemas que se te plantean me costaron bastante superarlos. Cosas de la edad. 

La jugabilidad por lo tanto es bastante intuitiva. A diferencia de otras aventuras gráficas, se eliminaron los comandos de la pantalla principal y lo que se hace es activar con el click izquierdo del ratón un menú en el que aparecen las distintas acciones disponibles: coger, hablar, mirar y patear. En medio de la clásica exploración se alternan además secuencias de conducción que se incrustan muy bien en la historia pues estamos ante un juego de moteros. Su control con el ratón es un poco postizo, pero es esta variedad de acciones la que lo convierte en un juego mucho más ameno con la posibilidad de realizar pequeños combates entre moteros. 



En cuanto a los gráficos, hubo seguramente un gran esfuerzo de desarrollo para superar a las clásicas aventuras gráficas con la inclusión de modelos 3d, pero al mismo tiempo con un gran cuidado y mimo de pixel a pixel. Como hemos comentado antes, las cinemáticas son sorprendentes y visualmente dejan al jugador boquiabierto, ya que nos acercan de manera muy fina a las formas y al cómo se cuentan las historias en el séptimo arte. Aunque no solo los gráficos nos demuestran que este juego estaba encaminado a ser una gran producción, ya que entre los actores de doblaje contamos con la presencia de uno de los grandes, Mark Hamill. Sí, el mismísimo Luke Skywalker pone la voz al villano del juego, pues además de protagonizar la trilogía original de Star Wars, Hamill es conocido por su intensa actividad como actor de doblaje en el mundo de los videojuegos. La voz de Ben la pone el malogrado Roy Conrad, que acompaña perfectamente la personalidad dura y cínica del personaje. 



Para ir acabando, no podemos dejar de comentar la extraordinaria banda sonora del juego compuesta por una auténtica banda de rock motero, los Gone Jackals que claramente ambientan el título a la perfección y cuyos temas pueden ser escuchados en su álbum Bone to Pick, publicado el mismo año que el juego (1995). Como conclusión, podemos decir que fue un juegazo y lo seguirá siendo por siempre. Además quiero recomendar a todo aquel que no lo haya jugado que le dedique dos ratos de su vida para empaparse de sus grandes gráficos y de su historia. Y sobre todo, dar gracias porque no saliera a la luz su secuela que aunque a muchos les pudiera atraer la idea, era una secuela que pretendía, ya en la década de los 2000, poligonar a los personajes y los escenarios con tecnología 3d muy molona pero que llegaba al punto de parodiar al juego original. En algunas ocasiones, si el guión es bueno y su desarrollo está trabajado, me quedo antes con el pixel -aunque haya reducción de imagen- que con la tecnología 3d.

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