Apuntes de historia: el paradigma antifascista italiano (III)

EL MITO DE LA RESISTENCIA 

Así, en 1991 en plena crisis del sistema institucional republicano con la desaparición de los grandes partidos tradicionales, aparece la obra de Claudio Pavone Una guerra civile. Saggio storico sulla moralità nella Resistenza (21). En el trabajo, Pavone logró arrebatar el monopolio sobre el concepto «guerra civil» a la derecha revisionista. Y para ello establece una guerra en tres niveles; un primer nivel de guerra de liberación entre italianos e invasores, un segundo nivel como una guerra civil e ideológica y un tercer nivel como una guerra de clases. Al acabar la guerra en 1945, se crean, por lo tanto varios niveles de identidad antifascista que son absorbidos en la memoria política y que cada fuerza activó de manera selectiva de acuerdo a sus intereses. Por ejemplo, el Partito Comunista evita el concepto «guerra civil», prefiere hablar de «liberación nacional», exaltando el papel del comunismo italiano en la nación. De esta manera, Claudio Pavone añade complejidad a un fenómeno hasta entonces muy limitado por la propaganda y que tenía como únicos protagonistas a los partisanos. Así, Pavone destaca una importante masa de «resistentes pasivos» que si bien no empuñaron las armas, si tuvieron un papel fundamental en la Liberación. La tesis de Pavone, tras el positivo efecto inicial, fue motivo de escepticismo o rechazo para la izquierda italiana, puesto que acababa con el mito de la Resistenza. Por otro lado, también fue rechazada por aquellos historiadores más conservadores; Renzo De Felice, Ernesto Galli della Loggia y sus discípulos veían una revaluación del fenómeno de la Resistenza que para ellos estaba lejos de ser un fenómeno popular de masas (22). 


Así, «la larga década» de los ochenta, acaba con los últimos reductos del paradigma antifascista, desde el punto de vista político, el final de los partidos tradicionales dan paso a un revisionismo histórico orientado desde los medios de comunicación, con una estrecha relación con la nueva derecha italiana –Forza Italia, Alleanza Nazionale, Lega Nord–. Y desde el punto de vista historiográfico, la caída del mito de la Resistenza como uno de los pilares fundamentales de la República de Italia que ha abierto el camino a multitud de debates en torno a la identidad nacional, las celebraciones nacionales o la organización del Estado. De este modo, en los años noventa lejos de reducirse la dimensión pública de la historia, la demanda social ha alcanzado un nivel sin precedentes (23), que en definitiva ha desembocado en la explosión memorial que se ha desarrollado hasta la actualidad.

LAS CONMEMORACIONES EN ITALIA 

Las festividades nacionales son generalmente foco de origen de los debates sociales y políticos en torno a la construcción de la identidad y la memoria nacional. Aunque es significativo como en el caso italiano, pese a la gran conflictividad política durante los años de la inmediata posguerra, los ataques a la República son relativamente tardíos (24), cuando en los años setenta aparecen las primeras revisiones del paradigma antifascista. Esto, evidentemente, va a afectar al desarrollo de las ceremonias conmemorativas en torno al nacimiento del régimen republicano y la derrota del fascismo. Así, en 1945, el 25 de Abril con la rendición de las tropas nazis en Italia, el Comitato di Liberazione Nazionale proclama la fecha como festividad nacional. Es considerada la celebración nacional más importante de Italia, pero salvo el primer aniversario, cada año ha sido objeto de polémicas y rivalidades memoriales y políticas (25). Sobre todo en los últimos años, con el paradigma antifascista en una fase de sueño profundo, se ha reabierto con gran intensidad el debate en torno a la legitimidad de esta conmemoración. En este sentido, Gianni Baget Bozzo, uno de los consejeros de Silvio Berlusconi propuso cancelar el aniversario de la Liberación (26). Ante estas tendencias revisionistas, Carlo Azeglio Ciampi, el anterior Presidente de la República, se pronunció con una postura rotunda. El rechazo total a la revisión de la Resistenza, el 25 de Abril para él debía ser un día de reconciliación nacional, una celebración parar crear nación. Así, casi todos los representantes del gobierno hacían un llamamiento a ese espíritu de reconciliación (27). Paradójicamente, unos años antes, el delfín de Giorgio Almirante, Gianfranco Fini también había reivindicado los valores del 25 de Abril (28). Fini, es una figura controvertida de la política italiana, fruto del derrumbe de la política tradicional a principios de los noventa. Y es que bajo su liderazgo el Movimento Sociale Italiano se transformó en Alleanza Nazionale en 1995, un partido en la senda de la legitimidad constitucional y que ha convertido a su secretario general, Gianfranco Fini, en Vicepresidente del Consejo de Ministros y después en Presidente de la Cámara de los Diputados.


Pero, las polémicas en torno al calendario no sólo contemplan el 25 de Abril como fecha a debatir. La importancia política y civil de las fiestas nacionales se ha traducido en la proliferación de celebraciones. De entre todas, destaca la iniciativa de Ciampi de restituir la festividad del 2 de junio, el aniversario de la fundación de la República. De nuevo, una llamada a la colectividad nacional, conmemorando el día que se rechazo a la monarquía vinculada con el fascismo. Por lo tanto, recuperando el espíritu de Comitato di Liberazione Nazionale. Pero, la figura de Ciampi también estuvo rodeada de polémica. Ya que si bien, el 8 de septiembre conmemoraba el asesinato de soldados italianos por parte de los alemanes en Cefalonia (1943), también conmemoró a los soldados italianos caídos en El Alamein. Algo que según el historiador Sergio Luzzatto, fue muy desafortunado. Ya que estaba recordando a los muertos de una guerra de agresión, la cual en caso de terminar en victoria, habría impuesto la llamada pax hitleriana en el mundo. El mismo autor se plantea si esto mismo, de suceder en Alemania, hubiera tenido las mismas consecuencias. 


Así, con la llegada de Giorgio Napolitano a la Presidencia de la República en 2006, el antifascismo pese a su reducido espacio en la era post-ideológica, parece tener alguna capacidad de recuperación. Todo ello, en torno a la estrategia de la memoria llevada a cabo por el Presidente de la República. Al otro lado de esta política, esta la desarrollada por el ex-primer ministro Silvio Berlusconi, caracterizada por la estrategia del consenso (29). Ambas políticas, no dejan de ser un reflejo de conflicto potencial entre las instituciones de la República italiana, en definitiva un conflicto sobre la organización de la democracia desde la crisis institucional de los años setenta y ochenta.

CONCLUSIONES 

A modo de epílogo, podemos decir que el caso italiano en relación con el paradigma antifascista ilustra perfectamente la compleja relación entre la historia, la memoria y los usos públicos de la historia. El desarrollo de los medios de comunicación ha apartado a los historiadores como únicos portadores de la verdad histórica y como ya hemos visto, esto lo observó Nicola Gallerano. Lejos de reducirse, la influencia de los medios de comunicación todavía es mayor en la actualidad, como por ejemplo con el impacto que ha causado la proliferación de Internet. En este sentido, asistimos a un proceso democratizador de la información. Por ello, los historiadores deben afrontar estos cambios y no entenderlos como un ataque a su profesión, sino como un nuevo reto. Así, como recuerdan Habermas y Gallerano, la historia de la historiografía no es una evolución de corrientes historiográficas, sino el fruto de una continua tensión con los problemas que plantea el presente en la elaboración del pasado (30). 

Por otro lado, a pesar de que continuamente se hable en la historiografía italiana de la crisis del paradigma antifascista, no hay que infravalorar la capacidad de recuperación que en los últimos años parece tener el término. Es cierto, que ha perdido su carga ideológica de la posguerra, en buena medida porque cada vez sus orígenes están más alejados del tiempo, y también por la sociedad post-ideológica que parece recorrer el espacio público desde la caída del muro de Berlín y la crisis de las grandes teorías. Así, el antifascismo se ha revitalizado en la última década como herramienta memorial y litúrgica utilizada por las fuerzas políticas, aunque muchas veces con un sentido meramente retórico. Es por lo tanto, una situación paradójica. 


En definitiva, los historiadores, como hizo Nicola Gallerano, deben romper las barreras del mundo académico y acercarse a los problemas del presente para poder interpretar mejor el pasado. Sobre todo cuando hablamos de temas relacionados con la memoria y los usos públicos de la historia, donde los primeros testigos suelen ser los políticos o la opinión pública. El caso italiano es muy ilustrativo de todo ello. Por lo tanto, el historiador debe aportar al debate público, el trabajo y el método científico, para evitar las manipulaciones, distorsiones y revisiones nefastas del pasado.

BIBLIOGRAFÍA 

21. Claudio Pavone, Una guerra civile. Saggio storico sulla moralità nella Resistenza, Torino, Bollati Boringhieri, 2006. 
22. Javier Muñoz Soro, «El uso público de la historia: el caso italiano» en Carlos Forcadell (ed.), Usos de la historia y políticas de la memoria, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004, pp. 114-115. 
23. Ignacio Peiró Martín, «La opinión pública y los..., op. cit., p. 154.
24. Javier Muñoz Soro, «El uso público de..., op. cit., p. 108. 
25. Filippo Focardi, La guerra della memoria..., op. cit., p. 75. 
26. Sergio Luzzatto, La crisi dell'antifascismo..., op. cit., p. 20. 
27. Javier Muñoz Soro, «El uso público de..., op. cit., pp. 110-111. 
28. Filippo Focardi, La guerra della memoria..., op. cit., p. 153.
29. Luca Polese Remaggi, «El final de paradigma antifascista..., op. cit., pp. 164-165.
30. Ignacio Peiró Martín, «La opinión pública y los..., op. cit., p. 152.


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