Política y juventud

Antes de todo quiero decir que me considero joven, al menos dentro de la escala moderna que establece la juventud entre los 20 y los 30 muy largos, de hecho tengo 26. Pero me cansa que últimamente en los medios de comunicación, y sobre todo de cara a las elecciones, haya una especie de elogio a la juventud. Si, esos mismos medios de comunicación que nos repiten a todas horas que es la juventud más preparada de la historia de España, pero en cambio vive la situación de paro más dramática que se conoce en el tiempo reciente. 

Exhibición gimnástica de la Gioventù italiana del littorio 
(antes los Fasci giovanili di combattimento)

En este sentido, la juventud y la política, si lo miramos desde un punto de vista histórico, son dos conceptos que siempre ha estado relacionados. De hecho, generalmente los cambios políticos en la historia contemporánea los han traído movimientos sociales asociados con la juventud. Hoy, a cuatro días de las elecciones la gente también espera que esos cambios los traiga la juventud. En las entrevistas, en las encuestan, la juventud parece una cualidad necesaria de todo político que quiera hacer carrera. Y yo esto lo pongo en cuestión. Me basta recordar cómo el fascismo y nazismo, que eran movimientos que se criaron en la Primera Guerra Mundial y que llegaron al poder entre los años veinte y treinta, tenían entre sus señas de identidad la exaltación de la juventud -exaltación de la juventud y también de la masculinidad-. De hecho, salvo algunas excepciones la mayoría de sus miembros o había luchado muy jóvenes en la guerra o incluso se habían criado en la guerra, como Guiseppe Bottai decía «la guerra fue nuestra pubertad»*


Cartel propagandístico de las Juventudes Hitlerianas (Hitlerjügend)

Por lo tanto, cuidado con la juventud. Juventud no es un sinónimo de progreso en el campo social ni mucho menos en el político. De hecho, para mi la juventud no es una cualidad, es un momento de la vida, por qué tendría que elogiar una fase de la vida por la que pasamos todos. Prefiero que los cambios políticos vengan de gente realmente comprometida, jovenes, maduros o ancianos. De personas que apuesten por la igualdad de todos los seres humanos, que tengan unos valores ideológicos y sobre todo que sean buenas personas. La historia, aunque muchos no lo piensen, nos enseña muchas cosas. 

*Giuseppe Bottai, Diario 1935-1944, Bologna, Rizzoli, 2001.

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