Algo va mal: segunda parte

Estamos en 2015. Estamos en un año clave, políticamente hablando, para España. Estamos en un año donde vamos a tener elecciones municipales, elecciones al Parlamento de Cataluña y además, elecciones generales. Por lo tanto, ya estamos viendo como el año ha empezado con todos los representantes políticos echando fuego por la boca, criticando al adversario más que resaltando lo que pueden ofrecer a la gente, al pueblo, para que les votemos y les demos nuestra confianza para prácticamente cuatro años. 

@Forges

En suma, un país en crisis, en una crisis que nos dicen que se va, como si de un temporal se tratase, pero que la gente siente en su interior cual frío siberiano que opta por quedarse. Un país desorientado, sin una política educativa común en los últimos 40 años de democracia, y además con los pilares fundamentales del -como dice nuestra Constitución- Estado social y democrático de Derecho desmantelándose progresivamente.

Si tiramos de historia comparada y siempre teniendo en cuenta las diferencias, me gusta comparar la situación política actual con la Italia de los años noventa. En primer lugar por la corrupción. Fueron los procesos judiciales -Mani Pulite- los que destaparon las redes de corrupción de los partidos políticos y el detonante del declive de la política tradicional, personificada en Democrazia Cristiana y Partito Socialista, hoy en día partidos desaparecidos o irreconocibles  tras cambios numerosos de nombre o de siglas. El tiempo dirá que sucede con el Partido Popular y el PSOE tras la ola de corrupción que asola nuestro país.

Antonio Di Pietro, uno de los magistrados más famosos del Tangentopoli.

En segundo lugar por la pérdida de legitimidad de la política tradicional, en el caso de Italia fue la crisis del paradigma antifascista, en el caso español, parece ser la revisión a la cultura política que ha representado la Transición. Más allá de la diferencia cronológica y la diferencias ideológicas que separan ambos discursos políticos, es muy tentador el realizar esa labor de comparación.

Y en tercer y último lugar por la aparición de fuerzas políticas nuevas, en Italia representadas por el liguismo y Forza Italia, recuerden el partido de Silvio Berlusconi que a pesar de ser un partido neoliberal, durante los años noventa se vendió como un partido nuevo dispuesto a romper con la política tradicional decadente y envuelta en escándalos de corrupción. En España, tenemos a Podemos. Evidentemente, las diferencias ideológicas y políticas de ambos partidos es clara. Pero, todavía por conocer los futuros resultados de las elecciones generales, lo que se puede decir de Podemos es que es un partido que representa el voto del cambio, el voto del descontento con la política tradicional. Solo el tiempo, y el desarrollo de las elecciones, nos dirá en que queda todo esto.

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