Sally Perel, Tú tienes que vivir, 2014 (1991)

Pocas personas pueden contar con una experiencia tan desgarradora y emocionante como Solomon Perel. Y no solo eso. Además de ello, tener la habilidad para explicarlo de la manera en que lo hace Sally, unas memorias sinceras, bien escritas y sobre todo muy interesantes para acercarse al periodo de la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista distinto.



De este modo, Tú tienes que vivir* es la esperada traducción al español del testimonio de Solomon Perel, que durante cuatro años bajo el yugo nazi se llamó Josef Perjell. Una historia de exilios, natural de Peine (Baja Sajonia), tuvo que huir de Alemania junto a su familia ante el ascenso del nazismo y el aumento de las hostilidades contra los judíos. Su nuevo hogar fue Lodz. Como se sabe, el 1 de septiembre de 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial con el inicio de la invasión nazi sobre Polonia, y de nuevo la familia Perel bajo el peligro que representaba para ellos la cruz gamada.

«Tú tienes que vivir» -le dijo su madre- Antes de despedirlos a él y a su hermano del gueto de Lodz. El exilio continuaba, cruzaron el límite marcado por el pacto Molotov-Ribbentrop que partió Polonia en dos, y donde Solomon acabaría en un internado del Konsomol en Grodno -hoy Bielorrusia-. Pero de nuevo la bota nazi daba un paso al frente, en el verano de 1941 se inició la Operación Barbarroja, es decir, la extensión del Blitzkreig en Rusia. El nazismo decidió así atacar a su enemigo natural, el bolchevismo judío, una guerra sin piedad, un nuevo hito en el nivel de crueldad del género humano. Comisarios políticos y judíos fueron exterminados sin motivo alguno, y entre medio de todo ese infierno, el joven Sally -en aquel momento tenía 15 años- era detenido por la Werhmacht.

«Tú tienes que vivir» -recordaba continuamente Solomon- cuando los soldados alemanes comenzaron a identificarlo. A partir de ese momento, Sally Perel desapareció, dando paso a Josef Perjell, un Volksdeutsche** huérfano «preparado» para regresar de nuevo al Tercer Reich. Su habilidad para los idiomas, alemán, polaco y ruso, le valieron para permanecer como traductor junto a los soldados de la Werhmacht, hasta que fue reclamado por su edad para formar parte de la más selecta educación que se podía ofrecer a un joven en la Alemania nazi, un internado de las Hitlerjugend -Juventudes Hitlerianas-. Paradojas de la vida, un judío, un ser «inferior», entre los vástagos de la flor y nata de la raza aria.

Así salvó Solomon su vida. Cuatro años en la boca del lobo, cuatro años silenciando a su «yo judío» que evidentemente minaron su propia capacidad para identificarse hasta tal punto de encontrarse al final de la guerra con sentimientos enfrentados. Muy recomendable por lo tanto su lectura, tanto por su aspecto narrativo como por su carácter histórico. Unas memorias escritas cuarenta años después de los acontecimientos, en los años ochenta, cuando la memoria de la Segunda Guerra Mundial, de la Shoah o del nazismo, parecía -y digo parecía- enfriarse. Ya que es precisamente en este momento -finales del siglo XX- cuando empiezan a incrementarse el numero de publicaciones referentes al tema, tanto de textos de carácter biográfico o memorial -como este aquí comentado-, como también de publicaciones e investigaciones de carácter científico. Un momento en el que la ciencia histórica se tuvo que enfrentar a numerosos aspectos que parecían ir más allá de la comunidad científica. Esto es por ejemplo, las cuestiones judiciales, no podemos olvidar el punto de inflexión que había marcado el juicio a Eichmann en 1961, o cuestiones relacionadas con la memoria y los usos públicos de la historia, pero de eso se puede hablar otro día.



*Sally Perel, Tú tienes que vivir, Madrid, Editorial Xorki, 2014. 
**Sobre el término Volksdeutsche veáse: Doris L. Bergen, «The Nazi Concept of 'Volksdeutsche' and the Exacerbation of Anti-Semitism in Eastern Europe, 1939-45», en Journal of Contemporary History, Vol. 29, No. 4, 1994, pp. 569-582.

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